Por segunda ocasión, el Centro Cultural Teatro 2 se puso de gala, esta vez en honor a la producción de Los Endebles, La Divina Ilusión. La obra compartirá temporada de diez semanas junto a El bien del país de Producciones Foro Shakespeare y La piel de Venus de Petit Comité.
Con una sonrisa en la cara Alejandro Gou nos confesó el gusto que le da esta convivencia de distintos tipos de teatro, especialmente con la llegada de éstas y, próximamente, otras producciones. Como ya les habíamos contado en la cobertura de la alfombra roja de El bien del país Producciones Gou abrió las puertas para estos montajes como parte de una temporada de despedida al Foro Shakespeare.
La Divina Ilusión, ganadora por Mejor Obra en los Premios del Público Cartelera 2018, cuenta la historia de la actriz francesa Sarah Bernhardt durante su visita a Quebec, lugar donde la iglesia no aprobaba su obra. De ahí el público se sumerge en un diálogo sobre la moral, mejor dicho sobre la doble moral; el poder y el abuso.
Junto a El bien del país y La piel de Venus, la obra dirigida por Boris Schoemann es un homenaje al teatro. Al retratar las entrañas de este arte pone de manifiesto algunos de los obstáculos a los que se enfrentan quienes dedican su vida a los escenarios.
En La Divina Ilusión es Bernhardt quien debe enfrentar la censura en defensa del teatro; pero en el CCT2 se dan cita espectadores, amigos y el equipo de Itari Marta y Bruno Bichir para decirle adiós al Foro Shakespeare, pues esta batalla no la ganó el arte y pronto se irá #alamierdaelforo.
Sin embargo, como buenos apasionados el cierre del recinto parece no ser el fin para nadie. El teatro está más vivo que nunca, ahí en las butacas de Chapultepec las risas lo comprobaron. Sin darnos cuenta La Divina Ilusión logra su cometido, nos alerta sobre el maravilloso poder del arte: el de abrir corazones y despertar conciencias.
Con sueños, divas, publicistas, aduladores y hasta detractores la puesta en escena pone más de una realidad sobre la mesa; las distintas visiones sobre lo que es y lo que debería ser el arte. La obra es en sí misma una la ilusión de un nuevo horizonte para quienes se dedican a esto, es un acto divino sobre la pasión que los escenarios provocan.
Sobre esta comedia se ha dicho ya bastante desde que pisó los escenarios mexicanos en 2017. Hablar de su exquisito montaje, de esos detalles que te sumergen en aquél lejano 1905 en Quebec, resulta poco revelador. Aunque, claro, no está por demás reiterar el reconocimiento que bien amerita el trabajo de Schoemann así como de Pilar Boliver, Eugenio Rubio, Dali González, Mahalat Sánchez, Miguel Conde, Miguel Corral, Olivia Lagunas, Servando Ramos, Gabriela Guraieb y Paula Watson.
Sin embargo, y aunque pareciera que todo está dicho, no puedo pasar por alto la lucidez del texto. Se agradece su tono audaz, de comedia que para nada recae en lo vulgar, cosa bastante común en la oferta tropicalizada de nuestras carteleras. Aún más sorprendente es que situado a principios del siglo XX el texto de Michel Marc Bouchard no pierde vigencia en pleno 2018.
El clasicismo y la opresión eclesiástica no son cosas del pasado. Artistas y obras aún deben aludir a su capacidad creativa no sólo para expresarse, también para todas las peripecias que emprenden para que el arte pueda ver la luz.
La Divina Ilusión es el más bonito homenaje de despedida para un recinto que desde 1982 albergó pasión por el teatro, primero en forma de librería y después en forma de escenarios. La Divina Ilusión es una obra que no, y repito en mayúsculas NO se quieren -ni deben- perder.
¿Qué sueños puede tener un joven seminarista? ¿Qué papel jugará la actriz Sara Bernhardt? ¿De qué manera la situación del Foro Shakespeare se refleja en la obra? ¿Será la miseria bien representada? “Eso y más es lo que se pregunta el público”. Descúbranlo todos los martes a las 8:30 en el Centro Cultural Teatro 2.