En tiempos donde lo políticamente correcto ha dominado el arte -o al menos una parte-, los temas incómodos suelen evadirse a través de la comedia o incluso algunos prefieren encajonar sus guiones en espera de tiempos mejores. En este sentido, Bombshell (El escándalo), la más reciente película de Jay Roach, generó expectativa al abordar el conocido caso de Roger Ailes y su dimisión como CEO de Fox News tras ser demandado por acoso sexual.
La situación que plantea la cinta no termina en el Me too, sino que también retoma la guerra mediática entre Donald Trump y la periodista Megyn Kelly, luego de que ésta lo cuestionara, durante el debate entre los candidatos presidenciales, sobre algunas de sus declaraciones misóginas. Así la trama expone: la sexualización de la mujer, al ahora presidente de Estados Unidos, el manejo mediático y el poder de la familia Murdoch -entre otras- para manipular la opinión pública en favor de sus intereses.
En medio de todos estos planteamiento “delicados”, Jay Roach sale de su zona de confort al dirigir una película alejada de la comedia -género que domina en su carrera- para retomar la línea política ya vista en Recount (HBO, 2008). Con la dosis exacta de suspenso, el director logra llevar a Bombshell, al dinamismo necesario y evita que el espectador caiga en las trampas de la lástima o indiferencia, pero sobre todo en la “normalización” del acoso al que se enfrentan las protagonistas.
Charlize Theron y Nicole Kidman son responsables de interpretar a las periodistas que decidieron poner un fin al abuso de Ailes, Megyn Kelly y Gretchen Carlson, mientras que Margot Robbie se integra con un papel ficticio pero de gran relevancia, ya que representa a todas aquellas mujeres que temían levantar la voz como las conductoras, al carecer de la credibilidad o respaldo que brinda la pantalla. El trío, logra en conjunto una gran interpretación, especialmente Robbie al ofrecer una escena de culpa desgarradora que no debería de existir ni en el personaje, ni en la vida real y que funge como un llamado a la sororidad.
Más allá de narrar una historia conocida, Bombshell pone sobre la mesa varios cuestionamientos pero sobre todo, nos deja con un mensaje muy poderoso: en ningún momento la salida de Roger Ailes es un logro para las mujeres o para la causa. Si algo queda claro es que estamos muy lejos de que una guerra ganada pueda llamarse victoria. Al acoso sexual, la violencia de género, la equidad aun les queda mucho por hacer porque detrás de cada historia, las víctimas terminan en el escrutinio público, con una dudosa reputación o simplemente se convierten en el invitado incómodo.
Sin embargo, se puede alegar que la crítica sobre las maquiavélicas prácticas mediáticas queda delegada e incluso llega a parecer un caso extraordinario dentro de la industria. Los Murdoch salen completamente ilesos e incluso pueden parecer los héroes que “hicieron lo correcto”. Aún así, esta decisión encuentra su justificación en la idea de no restar relevancia al encubrimiento que por años se ha hecho del abuso de poder, condicionando el ascenso femenino a su apariencia y talentos en la cama.
Bombshell también puede presumir de un gran trabajo en maquillaje, no por nada ha sido considerada para competir en esta categoría en los Premios Oscar; estatuilla que prácticamente tiene en la bolsa, pues la caracterización de Charlize Theron es insuperable, logran transformarla en la doble de Megyn Kelly; aunada a su interpretación que también le ha valido una nominación como mejor actriz de reparto.
Jay Roach se arriesgó en grande, incluso con su propia formación conservadora, pero los resultados fueron superados satisfactoriamente, Bombshell llega a las salas en un momento oportuno, para revivir como una bandera de lucha en pro de la causa femenina.