Promising Young Woman (Hermosa venganza), ópera prima Emerald Fennell ha sido considerada como una de las grandes películas del 2020, probablemente la temática atrajo la atención de la crítica y logró ser incluida en las nominaciones de los premios más populares de la industria cinematográfica, incluidos los Premios Oscar.
Y es que no hay debate más actual que el de la violencia de género. En este sentido, Promising Young Woman era la promesa de una cinta revanchista. La historia de Cassie Thomas (Carey Mulligan), una mujer que bien podría ser la heroína que tanto necesitamos las mujeres, se antojaba para ser la construcción ficcional de una figura que, al menos por dos horas, nos pudiera devolver la esperanza sino de un sistema más equitativo y justo, al menos de abrir espacios en el cine para debatirlo.
Durante la primera mitad Fennell teje una trampa visual, dinámica, atractiva que aunque va y viene entre el thriller y la comedia, pone a trabajar a la imaginación. Lo que no vemos pero se sugiere permite que la tensión dramática vaya en ascenso mientras seguimos a un personaje que busca vengar a su amiga ya fallecida, quien fue víctima de violacion. En cada fotograma, Mulligan se apodera de la pantalla. Su interpretación es clave para lograr que se mantenga la ilusión de que estamos a punto de ser testigos de una genialidad cinematográfica.
Poco a poco se deja atrás el thriller, lo romántico gana terreno. Lo directo y enigmático de su inicio se diluye en la historia de amor que va en paralelo. Empieza la duda, ¿está cumpliendo las expectativas? De pronto, ya entrados en el clímax, aparece el segundo y último acierto de la cinta: el escalofriante arreglo en cuerdas que hizo Anthony Willis del tema interpretado por Britney Spears, “Toxic”; un vaticinio del declive de la película.
Promising Young Woman desperdicia cada segundo cumbre. Se queda lejos de ser una representación ácida o reflexiva del sistema patriarcal, más bien es la reproducción de clichés que inevitablemente minimizan a la protagonista. La reducen de vengadora a la típica mujer a la que todos, incluyendo su familia, compadecen y tachan de “inestable mental”. Al final, su duelo se anula, su lucha se desvanece. La cámara pasa más segundos en una boda frustrada, que se adereza con la ridícula elección del tema ‘Angel of the morning’, que en cualquier elemento fatídico del tema.
Aún peor, la película retrata las consecuencias de una violación desde la comedia. Su supuesto humor negro se hace presente hasta el final, no para hacer menos dolorosa la realidad, sino para complacer a los jueces que otorgan premios. Caemos en cuenta que todo se orquestó para brindar a la Academia, junto con otros grupos, la oportunidad perfecta para auto proclamarse liberales, alegar equidad de género en sus listados y, por supuesto, disfrazar de empatía o actualidad su desesperada intención por ser políticamente correctos.
La directora toma la decisión de no sacar a Chris Lowell y a Max Green de sus actuaciones tan precisas en la comedia; hay una intención deliberada de aligerar el mensaje e incluso opta por correr un riesgo que no logra evadir: un producto que evidencia la falta de un interés genuino por abonar a la causa. Se condena a las mujeres, nos priva de cualquier esperanza de revertir un sistema que encubre y protege a los agresores, porque son ellos quienes merecen el beneficio de la duda, quienes siempre tendrán oportunidad de reiniciar y «olvidar»; mientras las afectadas son revictimizadas.